Un cuento de otros tiempos para no se repitan en
estos
Hay un carnero que
cada semana visita la casa de la Oveja 73.
Tiene un cuadrado
rojo pintado y reluciente en su pata trasera, a la izquierda.
Después de cada
visita, sabemos que alguien en el rebaño
recibe una mala noticia.
A una de las ovejas
del corral la despiden de la labor que cumplía ante la comunidad.
O le niegan un
nuevo puesto para el que ya estaba preparada.
A otra, le rechazan
un viaje a otro lugar del campo.
O no le otorgan su
título universitario por el que estudió
varios años.
O no le asignan su
casa solicitada hace meses.
O,
simplemente, la desalojan de la que
tenía para alojarla en un refugio.
La Oveja 73 es la
presidenta de la Comuna para la Defensa de la Suprema Felicidad del Rebaño en la parcela de nuestro
potrero.
En cada una de las
parcelas de los potreros de nuestro campo hay una de esas organizaciones que
fueran creadas por la inspiración del Carnero Mayor, nuestro líder máximo,
desde la creación de su Revolución del Carnero Mayor por una Patria Ovina y Socializada.
Un
sistema de vigilancia constante entre las ovejas de cada parcela.
No
el único, por supuesto.
Cuando
nos sueltan de nuestro potrero al campo, mantenemos una sola cola para comer
una ración cuadrada de pasto seco y duro por familia.
O
cuando aparece hierba fresca o agua en el abasto del potrero, tenemos largas
colas para conseguir el recipiente cuadrado asignado para cada familia.
Y
nos marcan con un cuadrado rojo de tiza que dura un mes sobre la lana.
El
tiempo necesario para la nueva entrega.
Ni
hablar de las colas para conseguir el cuadrado asignado para los saltos y
juegos de los corderos o las conversaciones de las ovejas mayores.
O
las largas colas para conseguir entrar al cine o al teatro.
En
nuestra casa, cuando se come hierbas frescas, que hemos descubierto, o sembrado
y cultivado ocultos entre los materos de nuestro balcón, tenemos las puertas y ventanas completamente
cerradas.
Temerosos
que el olor nos delate con la Oveja 73.
A
la mañana siguiente, los restos de la hierba no la arrojamos en nuestra
parcela. Caminamos varias cuadras, hasta llegar a los lindes del potrero, para
que la Oveja 73 no nos descubra.
Aunque
le sonreímos y saludamos, todos nos cuidamos de ella.
Y,
sabemos que está registrando en su cabeza el mínimo detalle delator.
Ella
es la encargada de informar a la policía, al cuartel y a los agentes del Comando Superior de la Suprema Felicidad del Rebaño.
La
Oveja 73 toma nota de cada detalle de nuestras acciones, de cada ida y venida
que realizamos. Tanto como de nuestros trabajos y estudios.
Hasta
de nuestros gustos y preferencias.
Sin
olvidar, por supuesto, con quién nos reunimos, quién nos visita o a quiénes
visitamos. Y no deja de registrar nombres y apellidos de cada uno.
La
Oveja 73 tiene una lista de todas las ovejas que tienen algún familiar que se
ha ido de nuestro rebaño y se ha radicado en los campos cercanos o lejanos.
Y
organiza actos de repudio.
Es decir, convoca a varias ovejas, sean de nuestra parcela o no, para
ir a la casa de la “mala oveja” a tirarle piedras y gritarle consignas de nuestra
Revolución.
Y confirmar, así, ante nuestro corral y ante los
corrales vecinos, la supremacía de nuestro Carnero Mayor, líder eterno y
supremo de los rebaños de nuestro campo.
Los
días de elecciones, que son periódicas desde que se instauró la llamada Revolución
del Cuadrado Único - “para asegurar la
voluntad protagónica y representativa de nuestro rebaño democrático” según nos
enseñan en nuestras escuelas – ella, la Oveja 73, va casa por casa controlando
quién votó y quién no.
Si
alguien no ha ido a votar, los obliga a hacerlo.
Y
hasta le trae la boleta roja y cuadrada a su casa.
Para
la comodidad del elector, según dice.
Quien
se niega a ejercer su voto, la Oveja 73, lo inscribe en la lista de “Afectos al
Imperio, Enemigos del Rebaño”.
Es
que el presente y el futuro de todos está en sus manos.
Por
sus aseveraciones ante las autoridades pertinentes somos juzgadas.
Más
allá de lo personal, familiar, vecinal, laboral, profesional demostrado por la
oveja cuestionada, por la oveja delatada.
Por
eso, se ha creado una doble moral en nuestro rebaño.
Si
alguna de nosotras critica algo, lo hace en balidos muy bajos, con ovejas que conoce
y aún mantiene su confianza en ellas.
Y
así uno ha entendido por qué en nuestro campo casi nadie se queja o exige sus
derechos.
Porque
siempre hay un ojo que te ve, una oreja que te escucha y, sobre todo, una boca
que te denuncia y te cambiará la vida.
Para
eso la Oveja 73, y muchas otras como ella, existen en nuestro campo.
Ellas
son “Vigilante de la Suprema Felicidad de Nuestro Rebaño”, como dice el cartel
pegado en las puertas de sus casas.
Pero
también existen ovejas que no aceptan la primacía de una sola forma y de un
solo color.
No
se dejan engañar.
Buscan
la paz y no agreden.
Suman.
Multiplican. A veces restan.
Pero
nunca quieren dividir.
Son,
de verdad, verdad, comedoras de distancias.
Y,
como el caracolito del cuento de Jairo Aníbal Niño, corren mucho más rápido que
la desesperación.
Texto: Armando Quintero Laplume / Fotografía tomada del blog Pastoreo de ovejas
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