sábado, 1 de mayo de 2010
Clarissa y el mar
Ilustración de Lemus solicitada por El Ucabista para ilustrar el texto "Desde la gente que escucha y cuenta cuentos".
Allá, después de la mar océano. Como a treinta y tres grados al sur. En un país pequeño que es como un corazón patas arriba. Allá vive Clarissa.
Clarissa sonríe bajo la sombra de un árbol y mira hacia el horizonte.
- Un lugar como éste no hay –piensa Clarissa.
La vista se le pierde por la llanura. Entre los pastos tiernos y frescos de tan verdes.
Allá donde vive Clarissa hay un río. Que para algunos es como muy pequeño para ser un río. Pero para todos es enorme por sus cuentos, poemas y canciones.
A veces Clarissa mira hacia los tres puentes que atraviesan el río de su mundo. Y piensa: - “Hay lugares en los que se nace para irse”.
Pero se queda allí como pasajera del tiempo. Y escucha entre sueños pasar los trenes.
Un día un pajarito se posó sobre su cabeza.
- Nuestro río tiene las olas grandes –dijo Clarissa por hablarle.
- Tan grandes como las del mar –dijo el pajarito.
Clarissa le dijo que no había visto nunca el mar. Y el pajarito le contó de las olas del mar y del sonido en sus playas. De los puertos, los barcos y veleros que llegan y se van.
- ¿Qué más? –preguntó Clarissa.
Y Clarissa oyó decir de las aguas del mar.
De su sabor salado lleno de peces, pulpos, calamares, camarones y de caracoles. De sus vientos y mareas.
- ¿Qué más? –volvió a preguntar Clarissa.
El pajarito miró los ojos de Clarissa y recordó la mirada de un marinero que andaba caminando tierra adentro, lejos del mar.
Y fue cuando le contó el encuentro de Odiseo con las sirenas.
Y ahí quedó Clarissa enamorada del mar.
- ¿Qué la pasa a ella? –se preguntaban las hermanas.
- ¿Qué bichito la ha picado? –se preguntaba su mamá.
- ¿Qué hace esa vaquita loca? –preguntó el toro rojo que la vio pasar. ¿Será contagioso?
- Espero que sí -pensó Clarissa.
Es que Clarissa, de sólo pensar en el mar, se colorea de azul.
Y cuando así le ocurre Clarissa se va a recorrer su mundo y el de los otros.
Y comienza a abrir puertas y ventanas para siempre en el corazón de todos.
Desde la ubre de sus cuentos, desde el piquito de su risa, desde el cielo claro de su regazo azul.
Cuento de Armando Quintero
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