martes, 8 de junio de 2010

¡Ya es la hora de ir a la escuela!


Ilustración tomada del album "Alicia" del facebook de Javier Marichal

Sarita tenía sus ojos abiertos. Muy abiertos.
Y su cabellera rojiza más ensortijada que nunca.
Desde hacía rato, Sarita estaba despierta en su cama.
Muy despierta.

Daba vueltas para un lado. Daba vueltas para el otro.
Sarita contaba ovejas, como le había enseñado su abuela.
Pero, nada de regresar el sueño.
Las ovejas se le dispersaban por los verdes campos del desvelo.

- ¡Ya es la hora de ir a la escuela! – dijo Sarita y despertó a sus hermanos.
- Sarita, ¡sí que molestas! Aún no suena el despertador – dijo su hermana.
- Tengo sueño – dijo su hermano – La noche fue muy cortita. ¿Ya es hora de levantarse? – preguntó. Y se volteó hacia la pared para seguir durmiendo.

- ¡Ya es la hora de ir a la escuela! – dijo Sarita y despertó a sus padres.
- Sarita, por favor, ¿qué haces despierta a las cinco de la mañana? – dijo la madre sobresaltada por la voz de su hija – ¡Acuéstate y déjanos dormir!
- Ten en cuenta que es su primer día de clases. – comentó su padre.

- ¡Ya es la hora de ir a la escuela! – dijo Sarita y despertó a sus abuelos.
- Sarita, ¡falta algo para que suene el despertador! – respondió la abuela.
- La noche es joven aún – le comentó su abuelo – Cobíjala un poco más.
Y se abrazó a su almohada para seguir dormido.

El despertador sonó como un montón de palomas alborotadas.
- ¡Ya es la hora de ir a la escuela! – gritó Sarita llena de alegría, y despertó a todos con los aleteos de sus risas.
No necesitó que la llamaran a bañarse, ya estaba lista esperando a su madre.

- Sarita, siéntate bien en esa silla – dijo su madre – Estás medio parada.
- Mastica bien tu pan con mermelada – comentó su abuela.
- Desayuna tranquila – dijo su padre a Sarita – Estamos con sobrado tiempo.
- No te preocupes – comentó su abuelo que, con una caricia y una sonrisa cómplice, le agregó – Yo hice lo mismo cuando fui al colegio por primera vez.

Luego del desayuno y el lavado de sus dientes, su madre la vistió con el uniforme nuevo del colegio e hizo dos hermosas trenzas con su cabellera.
- Sarita, mírate en el espejo – dijo su abuela – ¡Estás preciosa!
- Tu morral tiene todo en orden – comentó su padre, cuando se lo alcanzó.
- Aquí tienes tu merienda – dijo su abuelo – te hice un emparedado especial.

La puerta del colegio era un alboroto cargado de sorpresas.
Muchos niños se apretaban a las piernas de sus padres, temerosos.
Algunos lloraban, obligados a entrar a rastras. Otros se reían.
Sarita miraba todo y avanzó de la mano de su hermana sin decir nada.
Desde lejos, había visto un montón de juegos y juguetes y corrió hacia ellos.

Al regreso, a gritos, demostraba toda la alegría de su primer día de clases.
- Además, hay una tortuga enorme, se llama Lala. Y podemos montar en ella.
Horas pasó contando su jornada hasta que, cansada, se durmió.
- Con tantas alegrías se olvidará de nosotros – pensó su madre al darle el besito de las buenas noches.

- ¡Sarita, levántate que ya sonó el despertador! – dijo su hermana mayor.
- ¡Ya es la hora de ir a la escuela! – dijeron sus padres, al lado de su cama.
- ¡Ya es la hora de ir a la escuela! – repitieron sus abuelos, desde la puerta.
Sarita apretó en su pecho su almohada en forma de elefante.
- ¿Por qué? – les preguntó a todos – ¡Si ya fui ayer!

Cuento del libro "Sarita" de Armando Quintero

2 comentarios:

  1. La historia se originó a partir del comentario del hijo menor de un médico con el cual mi esposa trabajó muchos años. No innventé nada. Sólo me la guardé para sacarla algún día. El personaje de Sarita cuadraba con ella.

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