jueves, 26 de mayo de 2011

Machadianas, coplas de cuentero (II)

 Vista de El Ávila. Foto de Juan Márquez.


XIII
No salen formas del barro
si la mano está cerrada.
No cuenta cuentos quien cuenta
con apretada garganta.

XIV
Voces, gestos, movimientos
crean tu mundo cuentero.
Desde el origen del mundo
ese mundo es el primero.

XV
Pero no todo está ahí.
Si no cuentas con tu hermano,
no te salvarán tu cuento
ni los milagros de un mago.

XVI
Poco lograrás contar
de otros cuenteros contando.
Sólo cuentas en tus cuentos,
lo que tu tierra te ha dado. 

XVII
¿Dices que nada se crea?
No te importe. Cuenta un cuento.
Y verás, cómo al contarlo,
multiplicarás tus sueños.

XVIII
Dices que nada se gana
y acaso dices verdad;
pero todo lo contamos
y todo nos contará.

XIX
¿Dices que nada se pierde?
Si te olvidas del final
del cuento que estás contando,
¿quién te podrá perdonar? 

XX
Que palabra dicha vuela
y que escrita dura, nos dicen...
¿Podrá ignorar este dicho
a quien en el viento escribe? 

XXI
“Nada hay nuevo bajo el sol”...
Nadie al contarte, midió
el brillo de tu mirada,
ni el son de tu corazón. 

XXII
¿Puedes cantarle a la vida
cuando destrozas las flores?
Cuida, en el cuento que haces,
si hay raíz en sus amores. 

XXIII
Si recoges lo que siembras,
ten cuidado en el contar;
madura cada palabra
y nada se perderá.

XXIV
No es que intentes con tus coplas
versear en tono profundo.
Sólo haces lo que sabes:
ver con palabras el mundo.


Las Machadianas, coplas de cuentero. Del libro Los cuadernos de Julio Márez de Armando Quintero.

lunes, 23 de mayo de 2011

Machadianas, coplas de cuentero (I)

 Vista de El Ávila. Foto de Juan Márquez.


I
“Que los cuentos cuentos son”
¿quién dijo que era verdad?
En mis cuentos de cuenteros,
la realidad siempre está.

II
Junto al corazón del cuento,
sueña mi voz bien dormida.
Sueña que a mi cuerpo acuna
soñando sueños de vida.

III
Entre mis cuentos de hoy
vive el cuento del pasado.
Vive feliz porque vive
fiel a aquel que lo ha narrado.

IV
Dicen que nada se crea.
Según se mire será.
Los cuentos se van contando
al modo de quien está.

V
Marchan y marchan mis pies
tras de los cuentos rodados,
¡despiertan voces dormidas
que en ellos estén vibrando!

VI
Del cuento que vas diciendo
nunca sabrás sí, en verdad,
tú eres quien lo va narrando
o, el público es quien lo va.

VII
No tendrá pausa mi cuerpo
ante el cuento que despierta.
La vida fluye sin pausa
sí tengo la voz dispuesta.

VIII
En toneles bien curados,
el vino en forma madura.
Con el corazón vibrante
es como el cuento rezuma.  

IX
Cuenta cuentos quien anduvo
en un largo trajinar.
Para contar desde adentro,
hay mucho que caminar.

X
“Nos vamos poniendo viejos”...
y, es cuentero el que se alegra:
el tiempo para añejar
en el cuento se refleja.

 XI 
Si el cuento toma su tiempo
no tiene el tiempo medida,
porque ese tiempo asumido,
al tiempo sí, determina.

XII
“Sólo talla sus maderos,
el río, cuando se agita”
No habrá de hallar sus palabras,
el cuentero si no vibra.


Las Machadianas, coplas de cuentero. Del libro Los cuadernos de Julio Márez de Armando Quintero.

miércoles, 11 de mayo de 2011

La Oveja Verde y su hermanita negra

"La oveja verde de la familia" 
200 x 150 cms. acrilico sobre tela. Tomada del blog de Andrés Mora Melanchton
http://blog.andresmora.cl/p/comprar.html

En un rebaño nació una oveja verde...
Luego de la sorpresa inicial, sus padres trataron de ocultarla del grupo de ovejas blancas al cual pertenecían. Al verla tan pequeña y tierna, temían que las otras ovejas la confundieran con un manojo de hierbas frescas.
 Fue creciendo obediente, delicada y juguetona. Con aspecto y parloteos de balar - como para siempre- el idioma de los corderitos. Algo que muy pocas ovejas blancas hacen en los lugares donde nadie escucha al otro sino a sí mismo.
 Cierto día, en un descuido, se asomó al mundo por la puerta falsa de un corral y supo que tenía una hermanita negra. Era una oveja más pequeña en tamaño pero, más grande en travesuras que ella. De una curiosidad inagotable, apasionada de los juegos, capaz de toda clase de preguntas y, sobretodo, fascinada por hacerle bromas a las grandes ovejas blancas  que siempre andan alineadas como para ser contadas, saltando cercas, a la hora de los desvelos.
Apenas se vieron, se reconocieron. Porque ambas sabían lo que cada una era con la otra. Y se fueron a recorrer mundos. Escuchando por aquí, hablando por allá y sorprendiendo por todos lados, descubriendo que el universo tiene más de siete maravillas, cinco sentidos y dos posibilidades de observarlo.
Aprendieron a amar a Charles Chaplin, a Einstein y a Pelé. A vibrar con Bach, Vivaldi y Rubén Blades. A sentir a Velázquez, a Goya, a Van Gogh y a Reverón, y disfrutarlos como cuando se lee a Mafalda, a Calvin y Hobbes, a Olafo o a Charlie Brown. A recordar las voces y los gestos de Blanca Graciela, Luis Luksic y del Tío Nicolás contando cuentos; sentir que el corazón y los oídos se encuentran igual de acompañados como cuando escuchan a Sting, los Beatles o las tonadas de Simón. A disfrutar las cosas más sencillas con Aquiles Nazoa y las menos sencillas de su credo. Para todos, aprendieron la seguridad de conocer que, aquellos que en el mundo han sido, seguirán siendo, en la memoria, vivos.
Por ello, y para ello alimentan sus relaciones con el asombro, el humor, la ternura, la bondad, la dignidad y la esperanza, recorriendo todos los espacios posibles - y aún los imposibles- con la maravillosa propuesta de contar cuentos.


Del libro Los Cuentos de la Vaca Azul de Armando Quintero. Ediciones E.V.A. /CONAC 2000