domingo, 5 de enero de 2014

Las ovejas cuadradas

          Un cuento de otros tiempos para no se repitan en estos
         

                Hay un carnero que cada semana visita la casa de la Oveja 73.
                Tiene un cuadrado rojo pintado y reluciente en su pata trasera, a la izquierda.
                Después de cada visita,  sabemos que alguien en el rebaño recibe una mala noticia.
                A una de las ovejas del corral la despiden de la labor que cumplía ante la comunidad.
                O le niegan un nuevo puesto para el que ya estaba preparada. 
                A otra, le rechazan un viaje a otro lugar del campo.
                O no le otorgan su título  universitario por el que estudió varios años.
                O no le asignan su casa solicitada hace meses.
                O, simplemente,  la desalojan de la que tenía para alojarla en un refugio.
                La Oveja 73 es la presidenta de la Comuna para la Defensa de la Suprema Felicidad del Rebaño en la parcela de nuestro potrero.
                En cada una de las parcelas de los potreros de nuestro campo hay una de esas organizaciones que fueran creadas por la inspiración del Carnero Mayor, nuestro líder máximo, desde la creación de su  Revolución del Carnero Mayor por una Patria Ovina y Socializada. 
            Un sistema de vigilancia constante entre las ovejas de cada parcela.
            No el único, por supuesto.
            Cuando nos sueltan de nuestro potrero al campo, mantenemos una sola cola para comer una ración cuadrada de pasto seco y duro por familia.
            O cuando aparece hierba fresca o agua en el abasto del potrero, tenemos largas colas para conseguir el recipiente cuadrado asignado para cada familia.
            Y nos marcan con un cuadrado rojo de tiza que dura un mes sobre la lana.
            El tiempo necesario para la nueva entrega.
            Ni hablar de las colas para conseguir el cuadrado asignado para los saltos y juegos de los corderos o las conversaciones de las ovejas mayores.
            O las largas colas para conseguir entrar al cine o al teatro.
            En nuestra casa, cuando se come hierbas frescas, que hemos descubierto, o sembrado y cultivado ocultos entre los materos de nuestro balcón, tenemos  las puertas y ventanas completamente cerradas.            
            Temerosos que el olor nos delate con la Oveja 73.       
            A la mañana siguiente, los restos de la hierba no la arrojamos en nuestra parcela. Caminamos varias cuadras, hasta llegar a los lindes del potrero, para que la Oveja 73 no nos descubra.
            Aunque le sonreímos y saludamos, todos nos cuidamos de ella.
            Y, sabemos que está registrando en su cabeza el mínimo detalle delator.
            Ella es la encargada de informar a la policía, al cuartel y a los agentes del Comando Superior de la Suprema Felicidad del Rebaño.
            La Oveja 73 toma nota de cada detalle de nuestras acciones, de cada ida y venida que realizamos. Tanto como de nuestros trabajos y estudios.
            Hasta de nuestros gustos y preferencias.
            Sin olvidar, por supuesto, con quién nos reunimos, quién nos visita o a quiénes visitamos. Y no deja de registrar nombres y apellidos de cada uno.
            La Oveja 73 tiene una lista de todas las ovejas que tienen algún familiar que se ha ido de nuestro rebaño y se ha radicado en los campos cercanos o lejanos.
            Y organiza actos de repudio.
            Es decir, convoca a varias ovejas, sean de nuestra parcela o no, para ir a la casa de la “mala oveja” a tirarle piedras y gritarle consignas de nuestra Revolución. 
                Y confirmar, así, ante nuestro corral y ante los corrales vecinos, la supremacía de nuestro Carnero Mayor, líder eterno y supremo de los rebaños de nuestro campo.
            Los días de elecciones, que son periódicas desde que se instauró la llamada Revolución del Cuadrado Único -  “para asegurar la voluntad protagónica y representativa de nuestro rebaño democrático” según nos enseñan en nuestras escuelas – ella, la Oveja 73, va casa por casa controlando quién votó y quién no.
            Si alguien no ha ido a votar, los obliga a hacerlo.
            Y hasta le trae la boleta roja y cuadrada a su casa.
            Para la comodidad del elector, según dice.
            Quien se niega a ejercer su voto, la Oveja 73, lo inscribe en la lista de “Afectos al Imperio, Enemigos del Rebaño”.
            Es que el presente y el futuro de todos está en sus manos.
            Por sus aseveraciones ante las autoridades pertinentes somos juzgadas.
            Más allá de lo personal, familiar, vecinal, laboral, profesional demostrado por la oveja cuestionada, por la oveja delatada.
            Por eso, se ha creado una doble moral en nuestro rebaño.
            Si alguna de nosotras critica algo, lo hace en balidos muy bajos, con ovejas que conoce y aún mantiene su confianza en ellas.
            Y así uno ha entendido por qué en nuestro campo casi nadie se queja o exige sus derechos.
            Porque siempre hay un ojo que te ve, una oreja que te escucha y, sobre todo, una boca que te denuncia y te cambiará la vida.
            Para eso la Oveja 73, y muchas otras como ella, existen en nuestro campo.
            Ellas son “Vigilante de la Suprema Felicidad de Nuestro Rebaño”, como dice el cartel pegado en las puertas de sus casas.
            Pero también existen ovejas que no aceptan la primacía de una sola forma y de un solo color.   
            No se dejan engañar.
            Buscan la paz y no agreden.
            Suman. Multiplican. A veces restan.
            Pero nunca quieren dividir.
            Son, de verdad, verdad, comedoras de distancias.
            Y, como el caracolito del cuento de Jairo Aníbal Niño, corren mucho más rápido que la desesperación.
              
Texto: Armando Quintero Laplume / Fotografía tomada del blog Pastoreo de ovejas

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