martes, 18 de junio de 2013

Alberto y ella


Alberto se miraba en el espejo.
Detrás de él, apareció ella.
Silenciosa como siempre.
Lo miraba y parecía sonreírle.
-       Hola – dijo Alberto. Sin voltearse.
-       Hola – respondió ella.
-       Estoy viejo. Ya tengo muchos años.
-       Nunca llegarás a los míos.
-       ¿Vienes a buscarme?
     Ella no respondió.
     En esos segundos, Alberto recordó a El séptimo sello, la película de Bergman que había visto varias veces en su juventud.
Pero también recordó que no estaban en la Edad Media, no habría una Peste Negra tan devastadora, ni brujas, ni Inquisición…
Y, para colmo, él no sabía jugar ajedrez.
-       Te propongo algo –dijo Alberto, mirándola de frente: Juguemos a La Vieja.
Los ojos de ella parecieron ponerse redondos como el dos de oro.
Era evidente que le gustaba el juego.
Después de varias partidas ella le ganó.
-       Es que, como siempre, tú tienes la última jugada – le comentó Alberto.
-       Perdón, el último silencio – corrigió ella. El más largo de todos.
           
    Texto de Armando Quintero / Ilustración tomada de Google entre las imágenes de José Guadalupe Posada.

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