lunes, 26 de marzo de 2012

Nicolás y los avioncitos de papel


Con mi abuelo no me puedo aburrir. Nunca. Te lo aseguro. Él siempre encuentra algo que podamos hacer juntos.
Una hoja de papel periódico puede ser más de lo que parece.
Algunas veces puede ser un sombrero. Entonces, el abuelo se monta en una escoba y yo en mi caballito de palo.
Y, así, nos vamos en busca de todas las aventuras de nuestro mundo como Don Quijote de la Mancha y su fiel escudero Sancho. 
Otras, el abuelo busca dos tubos de plástico de los ganchos de ropa que pueden ser espadas como las del mosquetero D´Artagnan.
Con el abuelo disfrutamos mucho cuando las hojas de papel se convierten en dos barquitos que navegan en la bañera.
A veces los barquitos batallan  o surcan terribles tempestades. Y a mí siempre me entristece verlos naufragar.
Sin embargo, casi no tengo tiempo para la tristeza porque con el abuelo tomamos otras hojas del periódico de ayer.
Ellas, de inmediato, se convierten en numerosos aviones que vuelan por la sala o son lanzados por el ventanal del apartamento.
Si se pierden o no a nuestra vista poco nos importa, nuestra imaginación igual  sigue sus  vuelos.
Tampoco, cuando el conserje llama a la  puerta  con varios de nuestros avioncitos en sus  manos.
Con el abuelo sabemos que él aprenderá algún día que no son los avioncitos de  papel sino nosotros los que volamos con ellos.

Cuento de Armando Quintero. Pertenece al libro "Nicolás y su abuelo que cuenta"    

martes, 20 de marzo de 2012

Nicolás y su abuelo que cuenta


Mi abuelo cuenta y cuenta. Mucho. Y no es un simple juego de palabras. Te lo digo.
Mi abuelo me cuenta unos cuentos que en nada se parecen a esos que mal nos leen en la escuela.
Algunas veces puede ser un enorme elefante que es muy amigo de una hormiga pequeñita.
Otras, se vuelve un niño que tiene todos los miedos del mundo.
Algunas veces se parece a un antiguo rey, grande y prepotente, que quiere que le narren un cuento sin final.
O puede ser una enorme cantidad de hormiguitas que vienen en busca de los granitos de arroz del granero del reino del rey anterior.
Otras, tú disfrutas cuando se confunde u olvida de lo que nos está narrando. Porque ese es el juego en ese cuento. Y lo jugamos.
Sin embargo, siempre cuenta porque él está ahí conmigo. Para acompañar a papá o a mamá a llevarme o a traerme del colegio.
O, en pasar juntos toda la tarde. Hasta que mis padres regresan del trabajo. Y me inventa las mil maneras de compartir.
En cambio, otras veces solo permanece silencioso junto a mí. Eso es cuando una fiebre o algún malestar me aquejan.
¿Entiendes por qué te dije que mi abuelo cuenta y cuenta?
Lo que sí te aseguro que, cuando sea grande y viejito como él, me gustaría ser un abuelo así. Y mucho.


Cuento de Armando Quintero. Pertenece al libro "Nicolás y su abuelo que cuenta"   

domingo, 18 de marzo de 2012

Nicolás ahora tiene un caballito de palo




El abuelo me regaló un caballito de palo.  Tiene una florida cabeza de trapo. Y unas largas crines de lana.

Se parece mucho al Rocinante y al burro de Sancho Panza que están en su habitación. Pero el palo de su cuerpo está a mi medida.

Es tan bonito como comerse una manzana a punto. Apenas lo miras, sientes muchas ganas de montarte en él. Y darte un paseíto.

Espero que mi triciclo no sienta muchos celos de sus ojos de enormes botones negros. Veré qué hago para lograrlo.

Y mi escoba de jugar, menos. Porque, aunque algunas veces puede ser un caballo, nunca será lo mismo que él.

Ya le encontré un lugar como establo. Es el rincón al lado de la cabecera de mi cama.

Y nunca lo pondré del lado que da a la ventana. No sea que una noche quiera saltar hacia el parque, a comerse la hierba nueva. 
Anoche dormí a los saltos, pensando en ello.

Mi abuelo me dijo que no me preocupara por alimentarlo. Ni por darle de beber agua fresca.

Que le eran suficientes unos rayitos de luna llena y unas pocas gotas de rocío. Porque él se alimentaba en los sueños.

Me tendré que acostumbrar a su maravillosa presencia.

Porque casi voy a creer que no me lo regalaron si no, que fui yo el regalado. En tanto, estaré muy atento para ser su mejor amigo.

Cuento de Armando Quintero. Pertenece al libro "Nicolás y su abuelo que cuenta"  

sábado, 17 de marzo de 2012

Nicolás y su caballito verde




El apartamento del abuelo está lleno de cuentos. Tiene libros casi desde el piso hasta el techo.

Y móviles, títeres, juguetes y muñecos de trapo.

Algunas veces, le pido que me suba en sus brazos. Es para poner a volar a un caballo azul con alas y un cuerno en la frente.

Otras, para mover a unas mariposas de obsidiana que parecen revolotear entre unos tubitos de metal, que suenan como campanitas.

Algunas veces para tomar una vaquita azul en un trozo de madera. Y la lanzo al piso así la abuela la recoge, una y otra vez.

O paso a la habitación de los abuelos. Hay un caballo y un burrito de cabeza de trapos. Son Rocinante y el burro de Sancho.

Otras, el abuelo me lee o me cuenta unos cuentos que le contaba su abuelo. O que leyó. Algunos, los ha creado él.

O, jugamos con la pelota de playa o a escondernos.

Algunas veces me dejan en mi cuna-corral para jugar con mis juguetes. Y, me gusta encontrar allí a mi caballito verde.

Es un caballito de felpa que el abuelo me regaló. Suave, muy suave. Más bien se parece a una almohada.

A mí me encanta mucho abrazarlo. Tiene la suave ternura de los brazos de mi abuelo cuando me apapacha.

Y porque, poquito a poquito, me voy durmiendo sobre su barriga. Y, sin dudas, ambos volamos en sueños…

Cuento de Armando Quintero. Pertenece al libro "Nicolás y su abuelo que cuenta" 

Nicolás en triciclo



Ayer mi abuelo contó unos cuentos que me gustaron mucho. Y tengo mi triciclo para lograr lo que escuché.
El abuelo me dijo que si uno da la vuelta a nuestro mundo, siempre regresa al punto de donde salió. ¡Cuántas veces lo quiera!
Que eso fue lo que hizo un navegante llamado Magallanes.
Y, unos años antes de él nacer, lo hicieron un señor inglés y su criado. Viajaron en globo y tardaron ochenta días en dar la vuelta.
No navegaré en una carabela como Magallanes. ¿Dónde podré encontrar una? Y si la encuentro, ¿quién me la regalaría?
Ni viajaré en globo como Mr. Fogg y su criado Passepartout.
Además, de verme subir en una u otro, mis padres se morirían.
Cargué mi morral con suficiente jugo y chocolates. Y, pedalea que te pedalea, ahí nos fuimos con mi triciclo.
A mi triciclo siempre le gusta que me monte sobre él. Sabe que es para llevarlo a alguna aventura.
Y anda que te anda, ¡ya llevo mucho rato!
Hasta me he bebido el jugo y comido casi todos los chocolates.
Lo que sí no entiendo es por qué mi madre ha gritado: - ¡Ya! ¡Deja de dar vueltas por el apartamento o te vas a la cama!
Cuento de Armando Quintero. Pertenece al libro "Nicolás y su abuelo que cuenta"

jueves, 15 de marzo de 2012

Nicolás y la escoba















Cuando mi abuelo no me puede contar cuentos, me molesto. Mucho. A menos que tenga mi escoba a mano.
Mi escoba no es lo que parece.
Algunas veces puede ser un caballo.
Otras, se vuelve el remo de una canoa.
Algunas veces se parece a la antigua lanza de Don Quijote de la Mancha. 
O puede ser la espada del famoso mosquetero D´Artagnan.
Otras, ella disfruta cuando la confundo con una chupeta.
A veces a mi escoba le encanta que su dueño sea un brujo que se monta sobre ella para cruzarse por la luna.
Sin embargo, casi nunca quiere ser la barra de una de esas enormes pesas olímpicas.
O, insiste que es la batuta que dirige una maravillosa orquesta.
En cambio otras veces solo sirve para barrer.
Lo que sí le gusta mucho es que yo siempre vuele  en sueños… Pero, ¡bien despierto!
Cuento de Armando Quintero. Pertenece al libro "Nicolás y su abuelo que cuenta"